Cirugía Ortopédica y Traumatología Deportiva

Bienvenidos a una web que abarca todos los aspectos relacionados con mi práctica profesional como médico, cirujano ortopédico y traumatólogo. En esta especialidad tratamos las enfermedades y patologías del aparato locomotor, ya sean huesos y articulaciones, como tendones y músculos. Vemos fracturas, luxaciones, esguinces, lesiones y deformidades en diferentes regiones del cuerpo.

Desde estas páginas presento mi currículum profesional y mis centros de trabajo, así como artículos propios. Gran parte del contenido está dedicado a las lesiones deportivas. Mi experiencia personal en el mundo del atletismo, deporte que sigo practicando, me ha facilitado entender mejor estas dolencias y a quienes las padecen.

No es una página científica, ni pretende dar formación a otros compañeros; está dirigida a aquellos que deseen saber más acerca de la cirugía ortopédica, la traumatología y la medicina deportiva.

Retrato del doctor David López Capapé

Epicondilitis del codo

El dolor en la región lateral del codo es uno de los síntomas más frecuentes en la consulta al cirujano ortopédico. En dicha zona del codo tenemos la inserción en el epicóndilo humeral externo de los tendones de la musculatura extensora de la muñeca (músculos extensores del carpo y extensores de los dedos). Los microtraumatismos repetidos en algunos deportes especialmente de raqueta o en algunas actividades cotidianas realizadas con el miembro superior son el desencadenante de un cuadro doloroso que habitualmente se cronifica durante varios meses o incluso años. Dicho síndrome se denomina epicondilitis. Es habitual referirse al mismo como codo de tenista, porque fue descrito en este deporte a finales del siglo XIX.

El tendón más afectado parece ser el del músculo extensor carpi radialis brevis, y en él se desarrolla más frecuentemente la tendinosis (degeneración del tendón, con pérdida de organización de las fibras de colágeno). El origen del músculo extensor común de los dedos que está junto al anterior es la siguiente estructura más afectada.

El síndrome epicondíleo se da por igual en hombres y mujeres, con más frecuencia en la cuarta o quinta décadas de la vida y en el brazo dominante.

El diagnóstico se basa en la historia que refiere el paciente y en la exploración física, donde existe dolor a punta de dedo en el epicóndilo humeral externo y tendones que en él se insertan. El resto de la exploración es muy normal, no suele haber inflamación muy evidente, ni deformidad articular, y el rango de movimiento está conservado.

Conviene realizar radiografías anteroposteriores y laterales del codo, para confirmar que no existen un proceso degenerativo articular (artrosis del codo) ni otra patología ósea.

Las pruebas de imagen para examinar los tendones son la ecografía o la resonancia magnética. Estas pruebas permiten descartar una rotura, ver el engrosamiento y degeneración del tejido, y en el caso de la resonancia además valorar el estado de la articulación del codo.

Otras causas de dolor en la región lateral del codo y con las que debemos realizar el diagnóstico diferencial serían:

  • Síndrome del túnel radial (compresión del nervio interóseo posterior)
  • Radiculopatía cervical (dolor referido en el codo pero origen en el cuello)
  • Lesión osteocondral radiocapitelar (lesiones de la articulación del codo)
  • Plica posterolateral del codo (tejido blando sinovial que se pellizca entre la cabeza radial y el cóndilo humeral)
  • Inestabilidad posterolateral del codo (movimiento anómalo de la articulación que origina el dolor)

El tratamiento de la epicondilitis es siempre conservador inicialmente y consiste en dar más reposo al codo, evitando deportes de raqueta que provocan el dolor y disminuyendo el uso del brazo y la carga de peso. Si hay inflamación puede ponerse frio local. La fisioterapia debe basarse en la terapia manual y complementarse con algunas técnicas de electroterapia. El fortalecimiento de la musculatura afectada es también muy importante.

No está claro si el uso de cinchas o coderas es útil o no, hay pacientes que notan la mejoría con su uso, y otros que refieren mayor dolor o ningún efecto.

La suplementación con algunos nutrientes como el acido hialurónico, el colágeno, los antioxidantes y los ácidos grasos esenciales (Orthomol Tendo, Tendisulfur Forte) han demostrado eficacia en esta patología.

La mejoría suele ser lenta y si no se toma en serio, el proceso se hace crónico. Cuando esto ocurre podemos plantear otras alternativas terapeúticas. Las infiltraciones con un corticoide son una opción cuando existe mucho dolor, pero no deben repetirse si no tienen efecto y nunca más de tres veces. Las inyecciones con plasma rico en plaquetas pueden favorecer la regeneración de la zona, y existen estudios que demuestran mejores resultados a largo plazo que con los corticoides. También han demostrado ser efectivas la infiltraciones con toxína botulínica.

El tratamiento con ondas de choque extracorpóreas no es invasivo y es una buena opción para la epicondilitis cronificada. Pueden ser radiales o focales, y se aplican con la finalidad de estimular la cicatrización y curación de la lesión.

El tratamiento quirúrgico es necesario en menos del 10% de los casos, solamente cuando las opciones conservadoras antes descritas fracasan.

Cuando el origen del dolor es el típico y no existe patología intraarticular concurrente podemos realizar un tratamiento mínimamente invasivo que consiste en perforar la zona degenerada o cicatricial con un terminal de radiofrecuencia (coblation) llamado Topaz, favoreciendo un postoperatorio sencillo.

La cirugía convencional consiste en desbridar el tejido afectado o desinsertar parcialmente el origen del ECRB. Actualmente existen partidarios de realizar el desbridamiento de forma artroscópica (artroscopia del codo) desde el interior de la articulación. Es una buena indicación cuando sospechemos que además de la afectación tendinosa existen sinovitis o lesiones condrales intraarticulares.

Los resultados son muy buenos en más del 80% de los pacientes. Entre las complicaciones estarían las habituales de infección o lesión vasculonerviosa. La recuperación en ningún caso es inmediata, sino que es habitual que la recuperación de la vida normal se haga de forma progresiva.

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