Tras descartar las posibles causas de las que hablábamos y cualquier otra patología de la rodilla, el médico suele recomendar un tratamiento conservador, que consiste en disminución de la actividad física (es perjudicial estar mucho de pie y caminar), aplicación de frio local, compresión con rodilleras o medias elásticas y uso de medicinas antiinflamatorias.
Si las molestias son significativas y no existe mejoría o es recidivante, nosotros plantemos como siguiente opción la punción del quiste bajo anestesia local y la aspiración del contenido del mismo, además de infiltración que favorezca la resolución del cuadro. Si la mejora no es completa o suficiente este procedimiento se puede repetir una o dos veces más.
Actualmente realizamos un vaciado y resección del quiste mediante endoscopia (a través de dos incisiones mínimas) en los pacientes con quistes de Baker sintomáticos que no han mejorado con la punción y vaciado percutáneo. Es recomendable asociar una artroscopia de la rodilla en busca de lesiones que pueden ser causa del quiste.
El postoperatorio es sencillo, poco doloroso, y solamente consiste en volver a realizar un periodo de medidas similares a las que antes comentábamos como primer tratamiento conservador del quiste.
Solamente en casos de quistes grandes y sintomáticos que no se solucionen con el procedimiento artroscópico-endoscópico se plantea, y como decimos muy excepcionalmente, una resección abierta del quiste.
En ocasiones pacientes con un quiste de Baker sufren un dolor brusco con posterior disminución del tamaño del mismo, pero gran tumefacción y dolor en la pantorrilla. El cuadro corresponde a la rotura espontánea o postraumática del quiste de Baker, y simplemente requiere extremar las medidas analgésicas, antiinflamatorias y vigilar que no exista ninguna complicación debido al gran edema en la pantorilla.